El autor Peter Sims defiende la tesis de que los grandes pensadores, artistas e inventores aplican una serie de métodos experimentales sencillos, pero aparentemente contraintuitivos, como fracasar pronto para aprender rápido, probar ideas imperfectas o sumirse en la observación, para dejar volar la imaginación, estableciendo conexiones inesperadas y adquiriendo percepciones de gran valor.
A continuación resumo parte de la brillante introducción del libro:
Chris Rock se ha convertido en uno de los humoristas más conocidos, no sólo por su talento, sino por la inteligencia que demuestra a la hora de desarrollar sus ideas. Los números de sus giras internacionales son el resultado de lo aprendido a través de miles de pequeñas apuestas, todas ellas condenadas al fracaso.
Cuando empieza a trabajar en un nuevo espectáculo, Rock elige una serie de escenarios en los que podrá experimentar con material inédito sin pulir. Para preparar su última gira internacional, actuó entre 40 y 50 veces en un pequeño club de comedia en vivo llamado Stress Factory, en New Brunswick, New Jersey, no lejos de donde vive.
Se presentaba de improviso, ante un público de unas 50 personas, con un bloc de notas donde había garabeteado algunas ideas. «Es como un entrenamiento de boxeo», confesó Rock al periódico Orange County Register.
Cuando el público se da cuenta de quién es, los murmullos recorren la sala. A medida que los camareros y demás humoristas se apartan, aumentan las expectativas. Rock no utiliza su habitual estilo interpretativo que sus fans describen como el «efecto predicador», caracterizado por un lenguaje corporal muy movido, una entonación aguda y descarada y marcadas expresiones faciales, sino que se dirige al público de manera informal, como en una conversación, con el bloc de notas a mano, apoyado en un taburete.
Observa cuidadosamente a los presentes en la sala y se fija en los cambios en su lenguaje corporal, sus movimientos de asentimiento y sus pausas para concentrarse, ya que todas estas pistas le ayudan a descubrir dónde radican las mejores ideas.
En estos números e entre 40 y 50 minutos de duración, la mayoría de los chistes no hacen gracia. Sus primeras actuaciones resultan hasta incómodas. Los chistes se van por las ramas, Rock pierde el hilo de las ideas, lo que le obliga a consultar las notas, y algunos de los espectadores lo observan con los brazos cruzados, mostrándose indiferentes.
El público se ríe de él, no con él. En ocasiones, Rock se interrumpe y dice: «Tengo que pulirlo un poco más para que tenga gracia», y se pone a escribir anotaciones. Quizá cree que ha dado con el mejor chiste del mundo, pero si sigue sin dar en el blanco, se convence de lo contrario. Otras veces un chiste que parecía malísimo acaba arrasando entre el público. En opinión del humorista Matt Ruby, «en una noche pueden oírse entre cinco y diez frases increíblemente buenas, como relámpagos. tengo la sensación de que Rock parte de esas frases y después las desarrolla».
Para preparar un número completo, Rock prueba con cientos o quizá miles de ideas preliminares, y de éstas sólo un puñado superará la prueba de fuego. Un chiste logrado suele dividirse en seis o siete partes. Esta complejidad explica que ni siquiera un humorista de éxito como Rock pueda saber qué elementos y qué combinaciones funcionarán. Se puede estimar que sólo un 3% de las ideas, aproximadamente, pasarán la criba.
Cuando Rock aparece en un programa destacado, un especial de la HBO o el show de David Letterman, sus chistes, aperturas, transiciones y colofones han sido probados y comprobados rigurosamente. Para crear un espectáculo de una hora de duración, los mejores humoristas invierten entre seis meses y un año.
Si de verdad les preocupa tener éxito, se subirán a los escenarios siempre que tengan la ocasión de hacerlo, sobre todo cuando trabajan en material nuevo. Actúan cinco y hasta siete noches por semana, y sudan cada elemento y cada palabra del chiste. Y el ciclo se repite una y otra vez.
A muchas personas les sorprende que alguien de éxito como Chris Rock siga exponiéndose al fracaso noche tras noche, pero Rock sabe que las ideas ingeniosas nunca surgen del cerebro completamente formadas, sino que se definen tras un riguroso proceso de descubrimiento experimental.
Algunas de las ideas más interesantes del libro son, en mi opinión:
- Se introduce el concepto de «pensamiento de diseño«, que complementa y amplia, mejorándolo, al pensamiento analítico, al enfoque piramidal y a la planificación de procedimientos. Las pequeñas apuestas son básicas para utilizar adecuadamente el pensamiento de diseño.
- Los fundamentos del enfoque de las pequeñas apuestas son los siguientes:
- Experimentar: aprender poniéndose manos a la obra. Fracasar pronto para aprender rápidamente. Desarrollar experimentos y prototipos para recabar conocimientos, identificar los problemas y generar ideas creativas.
- Jugar: una atmósfera lúdica, espontánea y divertida modera las inhibiciones durante el proceso de incubación de las ideas y evita que las propuestas creativas se descarten o se juzguen prematuramente.
- Sumergirse: tomar el tiempo necesario para explorar el mundo en busca de nuevas ideas y conocimientos, con el fin de comprender las motivaciones y los deseos más profundos de las personas, e interiorizar cómo funcionan las cosas desde la base.
- Definir: utilizar los conocimientos recopilados a lo largo del proceso para definir los problemas antes de solucionarlos.
- Reorientarse: ser flexible para alcanzar los objetivos más ambiciosos, aprovechando las pequeñas victorias para introducir los cambios necesarios y seguir el proceso hacia su consecución.
- Repetir: insistir, refinar y probar con frecuencia provistos de más conocimientos, información y suposiciones para perfeccionarlo todo.
Se puede visualizar una entrevista con el autor en este enlace:
http://www.youtube.com/watch?v=Kl5ATK7tCsI
Se puede obtener más información del libro en:
Fuente: Peter Sims – Pequeñas apuestas.